Choco es un pajarito amarillo que sueña con encontrar a “su” mamá. Recorre el bosque preguntando a distintos animales si se parecen a él: ¿tienes alas como las mías?, ¿tienes mejillas redondas como las mías? Todos responden que no. Cuando está a punto de perder la esperanza, la Señora Osa —una gran osa marrón— lo abraza, lo consuela y, con un gesto de cariño, le demuestra que una familia nace del afecto antes que de la apariencia. La historia resulta ideal para conversar con los pequeños sobre la inclusión de las diferencias visibles y la diversidad de familias.
Con un trazo suave y colores luminosos, Keiko Kasza contrapone la figura diminuta de Choco con los cuerpos de la jirafa, el pingüino o el morsa. Esa desproporción genera ternura y subraya la búsqueda de identidad. El encuentro con la Señora Osa introduce la verdadera clave: el abrazo, el juego, la risa compartida… elementos que construyen pertenencia más allá de la biología. El álbum invita a descubrir que:
1. Nadie es “demasiado distinto” para ser querido.
2. La empatía se expresa en acciones (abrazar, escuchar, ayudar).
3. Las familias pueden formarse de muchas maneras y ser igual de válidas.
Observemos gestos y colores
Mientras hojean las primeras páginas, pregunten: “¿Cómo se siente Choco aquí? ¿Qué pistas te lo indican?” Guíalos a mirar la curvatura de las alas, la dirección de los ojos y el tono del fondo. Así descubren que los dibujos también hablan.
Preguntas para reflexionar
¿Por qué Choco cree que debe parecerse físicamente a su mamá?
¿Qué hace la Señora Osa que cambia la idea de Choco?
Si tú fueras Choco, ¿qué habrías sentido al no encontrar a alguien “igual”?
Cuento en movimiento
Divide la clase en dos grupos: “buscadores” (como Choco) y “ofrecedores” (como la Señora Osa). Los buscadores describen algo que necesitan (un abrazo fuerte, un juego, un canto); los ofrecedores muestran si pueden darlo, sin importar su “forma”. Después comenten cómo se sintieron al ayudar y al recibir ayuda.
Construyamos un árbol de familias
En una cartulina pinten un gran árbol. Cada niño coloca la hoja de su familia, dibujando a quienes viven con él o la apoyan (abuelos, primos, amigos, mascotas). Al observar la variedad de hojas, concluyan: todas son distintas… ¡y todas pertenecen al mismo árbol!
En el aula
Practique la “lectura sin prejuicio”: antes de mostrar la Señora Osa, pregunte qué clase de mamá creen que encontrará Choco y por qué. Después, compare las suposiciones con el desenlace y dialogue sobre las ideas preconcebidas que tenemos.
Genere un “rincón de acogida”: un espacio con cojines y muñecos donde cualquier niño pueda sentarse a recibir o dar un abrazo cuando lo necesite. Relacione el gesto con la escena del cuento.
Con la comunidad escolar
Invite a familias diversas (monoparentales, adoptivas, extendidas) a compartir cómo se ayudan y cuáles son sus rituales de cariño. Esto amplía la visión del alumnado sobre los modelos de convivencia.
En el hogar
Envíe una hoja de “historias de llegada” para que cada familia relate cómo se conocieron o cómo llegó cada integrante (nacimiento, adopción, llegada de una mascota, etc.). Al regresar, los niños comparten y todos celebran que cada camino es valioso.
A través de la experiencia de Choco, las niñas y los niños:
reconocen la diversidad de rasgos y orígenes;
identifican cómo los prejuicios pueden limitar la pertenencia;
descubren que la empatía y el cuidado mutuo son la base de la vida en común;
practican gestos concretos de acogida y aprenden a valorar las múltiples formas de familia.
El cuento se convierte así en un recurso poderoso para fortalecer la cultura de la inclusión desde la primera infancia, conforme a los principios de la Nueva Escuela Mexicana.