“¿Es verdad que los niños con síndrome de Down son siempre angelitos, dulces y felices?” Con humor y dibujos llenos de color, Gusti responde que no: también hacen travesuras, lloran, se enojan y piden que los dejen jugar a su modo. En pocas páginas el libro derriba el estereotipo del “niño perfecto” y recuerda que todas las personas —con o sin discapacidad— son, ante todo, niñas y niños que sienten, aprenden y se divierten de muchas maneras.
Las ilustraciones parecen hechas por manos infantiles: líneas espontáneas, recortes, garabatos y palabras grandes en distintos colores. Ese estilo invita a las y los lectores a identificarse con los personajes y a sentir que cualquiera puede contar su historia. Cada doble página muestra una situación cotidiana (romper un florero, abrazar fuerte, reír a carcajadas) acompañada de una frase corta y directa: “¡NO! … a veces tiramos del rabo al gato”. El contraste entre la idea de “angelito” y las conductas reales provoca preguntas sobre cómo vemos a los demás y por qué las diferencias no deben convertirse en etiquetas.
A. Antes de leer: “¿Qué es un angelito?”
Pregunte al grupo qué imagina cuando oye la palabra “angelito”. Apunte en una cartulina las respuestas (alas, bueno, no se enoja, etc.). Explique que leerán un cuento que cuestiona esa imagen y los reta a pensar si alguien puede ser “angelito” todo el tiempo.
B. Lectura dialogada: reconozcamos emociones
En cada página deténgase para nombrar la emoción que ilustran los dibujos: alegría, enojo, vergüenza, satisfacción. Pregunte:
¿Alguna vez te sentiste así?
¿Qué hiciste para calmarte o compartir tu alegría?
Se refuerza la idea de que todas y todos experimentamos las mismas emociones, sin importar cómo somos físicamente.
C. Juego “¡Sí somos…!”
Después de la lectura, coloque tarjetas con verbos de la historia: saltar, reír, llorar, pintar, ayudar, hacer travesuras. Cada niña o niño toma una tarjeta y representa la acción; el resto adivina. Concluyan: “Si podemos hacer las mismas acciones, también podemos jugar juntos”.
D. Taller creativo “Así soy yo”
Entregue siluetas de cartulina y materiales variados (plumas, lentejuelas, botones). Cada pequeño decora su silueta con lo que lo hace especial: gafas, muletas, pecas, un parche de pirata o un gran moño. Después, forman un mural llamado “Nuestro grupo diverso”. Dialoguen sobre cómo todas las diferencias embellecen el mural y la convivencia.
Lenguaje respetuoso. Muestre que decir “niño con síndrome de Down” o “compañera con discapacidad” es más respetuoso que usar solo la discapacidad como nombre.
Preguntas abiertas. Explique, con palabras sencillas, que el síndrome de Down es una característica genética que puede acompañarse de apoyos especiales para aprender y comunicarse. Anime a los niños a preguntar sin miedo.
Rincón de ayuda mutua. Organice material adaptado (lápices engrosados, tableros de pictogramas) y déjelo a disposición de todo el grupo; así se normaliza el uso de apoyos.
Puente con las familias. Envíe una nota explicando el propósito del cuento y sugiriendo conversar en casa sobre alguna diferencia familiar (anteojos, alergias, costumbres). Compartirán estas charlas al día siguiente.
Las experiencias propuestas permiten que las niñas y los niños:
Identifiquen estereotipos (“angelitos”) y los cuestionen con evidencias cotidianas.
Reconozcan similitudes y diferencias en emociones, juegos y necesidades.
Practiquen la empatía al representar acciones y emociones de los demás.
Generen un entorno accesible y respetuoso, entendiendo que todos podemos aportar si recibimos los apoyos adecuados.