Bernardo quiere contarle algo importante a su mamá y a su papá, pero cada vez que se aproxima recibe la misma respuesta: “¡Ahora no, Bernardo!”. Mientras los adultos siguen ocupados, el niño descubre un monstruo en el jardín… y nadie parece escucharlo. La historia plantea de manera sencilla preguntas sobre la atención, la comunicación y las consecuencias de ignorar las señales de los demás. Con pocas palabras y gran expresividad visual, el libro invita a los pequeños lectores a observar, cuestionar, anticipar y explicar lo que sucede.
David McKee combina un texto repetitivo —ideal para que los niños se anticipen y “lean” las frases— con ilustraciones llenas de color que cuentan más de lo que dicen las palabras. La misma escena se repite con variaciones mínimas hasta que el desenlace sacude al lector y provoca la reflexión: ¿de verdad hay un monstruo?, ¿qué ocurrió con Bernardo?, ¿por qué los padres no reaccionaron? Ese contraste entre humor y inquietud convierte el álbum en un detonante perfecto para el pensamiento crítico temprano: observar detalles, detectar patrones y proponer explicaciones alternativas.
A. Repite y descubre
Lean juntos la frase “Ahora no, Bernardo” cada vez que aparezca. Luego pregunten:
¿Qué hace Bernardo antes de esa frase?
¿Qué están haciendo los papás?
Así se ejercita la identificación de patrones y causas.
B. ¿Qué pasará después?
Antes de voltear cada página, pidan a los niños que imaginen lo que ocurrirá. Tras revelar la imagen, comparen la hipótesis con el resultado. Esto fortalece la formulación y verificación de predicciones.
C. El monstruo bajo la lupa
Observen con atención al monstruo: colores, tamaño, gestos. Pregunten:
¿Parece peligroso o curioso? ¿Por qué?
¿Cómo cambia su comportamiento página tras página?
Se potencia la inferencia a partir de indicios visuales.
D. Si yo fuera…
Inviten a cada niño a elegir ser Bernardo, mamá, papá o el monstruo y a decir qué habría hecho en su lugar y por qué. Con esto se ensaya la argumentación sencilla y la toma de perspectiva.
Actividad creativa sugerida
Construye tu propio final: En hojas dobladas, los niños dibujan y dictan un final diferente. Al compartirlos, se comenta cuál parece más lógico, divertido o justo, y se piden razones.
En el aula
Lectura dialogada: muestre solo la ilustración y oculte el texto; pida a los niños que inventen la frase que diría cada personaje. Después compare con la versión del autor y discútase por qué McKee eligió ese diálogo.
Rincón de evidencias: coloque copias de imágenes clave y tarjetas con signos de interrogación. Los alumnos pegan post‑its diciendo lo que “ven” y lo que “piensan” (hecho vs. inferencia).
A nivel escolar
Realicen una galería con los finales alternativos creados por los niños. Otros grupos visitan la exposición y votan el final mejor justificado; cada voto debe incluir la explicación escrita o dictada.
Con la comunidad
Organicen una lectura pública con familias. Después, adultos y niños elaboran “escuchómetros”: pequeños carteles que recuerdan la importancia de prestar atención cuando alguien habla. Se comparten estrategias familiares para lograr momentos de escucha real.