En esta historia la mamá del protagonista, de pronto, ¡se transforma en una enorme y peluda bestia! El niño observa con asombro cómo cambian la casa, las rutinas y los ánimos. Para ayudarla —y cuidarse a sí mismo— tendrá que hacerse preguntas y probar distintas soluciones. El relato funciona como punto de partida para que las niñas y los niños practiquen la observación, la anticipación y la búsqueda de explicaciones lógicas ante lo inesperado.
Con texto breve y muy emotivo, y unas ilustraciones expresivas y cálidas, el álbum ofrece dos lecturas: la literal (una madre que se vuelve bestia) y la simbólica (los cambios emocionales de los adultos que los pequeños no entienden del todo). El contraste entre el tamaño de la bestia y la fragilidad del niño genera curiosidad; al mismo tiempo, el humor y la ternura disuelven cualquier miedo. Cada página invita a detenerse, mirar detalles y conversar:
¿La bestia es mala o sólo está triste?
¿Qué siente el niño cuando intenta ayudar?
¿Cómo cambian los colores y las sombras según el ánimo de los personajes?
A. ¿Qué cambió y por qué?
Muestren la primera ilustración y, juntos, enumeren objetos o situaciones que “ya no son iguales”. Luego pidan a los niños proponer una razón para cada cambio (causa‑efecto).
B. Detective de emociones
Inviten a encontrar tres pistas visuales que revelen el estado de ánimo de la bestia (gestos, postura, colores). Comparen estas evidencias con lo que dice —o no dice— el texto: ¿coinciden o se contradicen?
C. Mini‑predicciones
Antes de pasar cada página cubran la ilustración siguiente y pregunten: “¿Qué crees que sucederá ahora? ¿Por qué?”. Después lean y verifiquen si la hipótesis se cumplió, reforzando la idea de probar y comprobar.
D. Soluciones creativas
Propongan diseñar un “kit para calmar bestias”. En cartulina, cada niño dibuja los objetos o actividades que incluiría (canción, abrazo, juego, comida favorita) y explica por qué funcionarían. Se refuerza la argumentación sencilla: “Sirve porque…”.
Actividades creativas complementarias
Teatro de sombras: recorten siluetas del niño y la bestia; representen dos finales (el original y uno inventado por el grupo). Al terminar, conversen qué final parece más justo o realista y por qué.
Diario emocional ilustrado: cada quien dibuja un momento en que se sintió “bestia” o “niño” durante el día y dicta al docente qué necesitó para sentirse mejor.
En el aula
Anticipar y verificar: muestre sólo la mitad superior de una ilustración, pida predicciones y luego descubra la imagen completa para comparar.
Diálogo socrático: formule preguntas abiertas (“Si la bestia pudiera hablar, ¿qué diría ahora?”) y anime a que respalden las respuestas con algo visto o escuchado.
Ambas estrategias fortalecen la observación atenta, la formulación de hipótesis y la justificación de ideas.
A nivel escolar
Organice una “exposición de evidencias”: los dibujos de los niños muestran pistas sobre cómo se sienten los personajes. Los compañeros deducen la emoción representada y explican su razonamiento, practicando la comparación de diferentes puntos de vista.
Con la comunidad
Invite a madres, padres o abuelos a leer el libro y compartir una ocasión en que también se sintieron “bestia” (cansados, frustrados). Luego, los niños preparan preguntas para comprender mejor esa experiencia, ejercitando la empatía basada en la indagación y la escucha activa.
Todas las actividades proponen observar, cuestionar, relacionar información visual y textual, y explicar conclusiones de manera oral, artística y lúdica. Así se cultivan las competencias de pensamiento crítico que la NEM considera esenciales para que los estudiantes tomen decisiones informadas y desarrollen resiliencia intelectual desde la primera infancia.