El protagonista, Tomás, visita cada domingo a sus dos abuelas: una en la planta baja, activa y risueña; otra en la planta alta, postrada en cama a sus 94 años. La rutina cambia cuando la “abuelita de arriba” muere. El relato impulsa a los niños a observar, comparar y hacerse preguntas profundas:
¿Por qué envejecemos y morimos?
¿Cómo sabemos que alguien nos sigue acompañando en los recuerdos?
¿Qué podemos hacer cuando sentimos tristeza?
Responderlas exige mirar con atención las imágenes, distinguir hechos de suposiciones y sostener las propias ideas con evidencias: la base del pensamiento crítico en la Nueva Escuela Mexicana.
Las acuarelas del autor, alternan páginas llenas de color y otras casi vacías. Este contraste subraya los momentos de cercanía y de silencio. El ciclo “visita‑rutina‑visita” se rompe cuando Tomás encuentra la cama vacía: el texto apenas dice unas palabras, pero la ilustración lo cuenta todo. Para comprender la historia, los lectores deben inferir sentimientos y motivos: ¿por qué la abuelita se quedaba arriba?, ¿qué significa atar un caramelo de menta a un cometa?
Antes de leer – “Dos abuelas, dos pistas”
Muestre la portada y pregunte:
“¿Cómo imaginas que es la abuelita de arriba? ¿Y la de abajo?”
Anote las hipótesis en dos columnas. Volverán a ellas al final para comprobarlas.
Durante la lectura – Detectives de detalles
Detenga la historia en tres escenas: la primera visita, la despedida cariñosa, la cama vacía. En cada pausa, pida que nombren:
1. Un objeto que revela algo de la abuela.
2. Una expresión facial que muestre una emoción.
3. Una señal de cambio respecto a la escena anterior.
Así aprenden a sustentar sus ideas en evidencias visuales.
Después de la lectura – Línea de tiempo y debate
1. Cada equipo dibuja una tira con cuatro momentos clave:
Llegada del domingo.
Charla con la abuelita de abajo.
Visita a la abuelita de arriba.
Descubrimiento de la cama vacía.
Bajo cada dibujo escriben qué aprende Tomás.
2. Plantee la afirmación: “Morir es solo algo triste”. Quienes estén de acuerdo se ubican al lado izquierdo del salón; quienes no, a la derecha. Cada grupo ofrece una razón basada en el cuento o en su experiencia. Después pueden cambiar de lugar si otro argumento los convence, practicando la revisión crítica de ideas.
Actividad creativa – Cajón de memoria
Cada alumno lleva un objeto pequeño que le recuerde a alguien querido (una foto, un botón, una flor seca). En círculo, explican por qué lo eligieron. Concluyen que los recuerdos ayudan a mantener viva la presencia de quienes amamos y a entender los cambios de la vida.
En el aula
Pausa estratégica: antes de la escena de la cama vacía, detenga la lectura y pregunte qué creen que ocurrirá; después comparen la predicción con el texto para reforzar la verificación de hipótesis.
Mapa de certezas y dudas: en el pizarrón cree dos columnas: “Esto lo dice el cuento” / “Esto queremos averiguar”. Las dudas pueden convertirse en miniproyectos de investigación (ciclo de la vida, rituales de despedida).
Rincón de lectura y calma: disponga cojines y libros sobre emociones; allí los niños podrán releer el cuento, dibujar o escribir cartas a alguien que extrañen.
A nivel escolar (proyecto de escuela)
Panel de preguntas difíciles: en un pasillo común, coloque un mural donde cada grado pegue preguntas filosóficas surgidas de sus lecturas (muerte, universo, amistad). Los grupos mayores responden con carteles informativos o entrevistas a especialistas; así se crea una red de diálogo inter‑grados.
Exposición “Recuerdos que viven”: cada clase aporta un objeto simbólico (foto, juguete antiguo, receta familiar) y una breve explicación de su significado. La muestra se abre a toda la comunidad escolar y promueve valorar la memoria colectiva.
Con la comunidad
Conversatorio intergeneracional: invite a abuelos o adultos mayores a contar cómo cuidan sus recuerdos y qué les ayudó a afrontar despedidas. El alumnado prepara preguntas previamente, practica la escucha activa y luego comparte las respuestas que más le hicieron pensar.
Taller de cometas de memoria: familias y niños elaboran cometas decoradas con símbolos de seres queridos. Al final, las elevan juntos en el patio o parque local, replicando el gesto final del cuento y reforzando los lazos comunitarios a través de una experiencia significativa.