CAPÍTULO 6
Eje articulador: Interculturalidad Crítica
Beto seguía su trayecto en la calidez de la tarde, su plumaje ahora reflejando los tonos anaranjados que anunciaban el próximo ocaso. Un suave aleteo lo llevó a un claro amplio de la selva, donde notó un campamento improvisado de animales venidos de distintas partes del mundo: osos hormigueros, pumas, iguanas, e incluso una bandada de aves migratorias de lugares lejanos.
Mientras se aproximaba, escuchó una acalorada conversación. Un joven ibis, de origen sudamericano, relataba con orgullo las tradiciones de su tierra, mientras que un tucán local respondía con cierto recelo:
—He oído que en tu lugar no se respeta el canto de otras aves —argumentaba el tucán—, porque cada grupo tiene su propia forma de trinar y casi no se mezclan. Aquí, en cambio, todas las aves cantan juntas.
El ibis frunció el ceño:
—No es que no se respete, es solo que cada bandada tiene su estilo y nos cuesta trabajo entendernos. Pero eso no significa que no podamos aprender los unos de los otros—.
Beto se acercó, recordando lo mucho que había aprendido sobre la diversidad cultural cuando leyó historias del mundo entero en la Feria de la Lectura. Sabía que la interculturalidad no solo significaba conocer otras costumbres o tradiciones, sino también ponerlas en diálogo crítico: cuestionar estereotipos, reconocer las diferencias y encontrar puntos de encuentro con respeto.
—Tal vez —intervino Beto con voz amable—, podamos compartir algo de nuestro propio canto, baile o costumbres, y a la vez preguntar acerca de las de los demás, para comprenderlas mejor en lugar de juzgarlas.
Los demás animales se reunieron en torno a Beto, intrigados. El tucán y el ibis intercambiaron miradas. Entonces, el ibis se animó a trinar una melodía tradicional de su región, con un ritmo marcado y pausado. El tucán, por su parte, comenzó a improvisar un contrapunto al estilo de la selva yucateca, acelerado y con variaciones de tono.
Al principio, el resultado sonó desordenado. Sin embargo, conforme ajustaban sus cantos—escuchándose mutuamente y valorando las cualidades de cada sonido—, la melodía empezó a adquirir un armonioso equilibrio. Con cada nota, el ibis y el tucán descubrían matices desconocidos, y cada uno enriquecía su propia forma de cantar.
—Tal vez nuestras culturas sean distintas, pero las dos tienen belleza y sentido— reflexionó el ibis. —Y si nos damos la oportunidad de conocernos sin prejuicios, podemos crear algo nuevo y único juntos—.
El tucán asintió con una sonrisa:
—Me doy cuenta de que, aunque al principio me sentí incómodo, el descubrir otras tradiciones me hace ver mi propia cultura con ojos más críticos y abiertos. Veo lo valioso de lo que heredé, pero también me doy cuenta de que puedo crecer al mezclarme con otros—.
Varios animales de otros lugares se unieron al diálogo, compartiendo anécdotas sobre costumbres tan variadas como las palabras que habían aprendido en distintas lenguas. A medida que caía la tarde, todos entendieron que la interculturalidad crítica no era solo “reunir muchas culturas” en un mismo lugar, sino reflexionar y dialogar sobre cada una, cuestionar los prejuicios y estereotipos, y buscar la convivencia en el respeto mutuo.
Cuando la reunión terminó, Beto emprendió nuevamente el vuelo con el corazón colmado de orgullo. Había presenciado cómo los cantos de distintos rincones del mundo podían fusionarse en una misma melodía, siempre que existiera la voluntad de escucharse y aprender.
El reto del capítulo
Para reflexionar: ¿Has escuchado o visto tradiciones de otra cultura (puede ser de otra región, otro país o incluso otro grupo social dentro de tu comunidad) que al principio no comprendieras? ¿Cómo podrías aprender más sobre ellas sin juzgar?
Para actuar: Investiga junto con alguien más acerca de una cultura distinta a la tuya. Pueden ver videos, leer relatos o platicar con alguien de ese lugar. Anoten dos o tres aspectos que les gusten y uno que les genere dudas o curiosidad. Después, conversen sobre lo que descubrieron.
Con esta nueva lección sobre el valor de la interculturalidad crítica, Beto alzó el vuelo nuevamente. El cielo comenzaba a pintarse de un tenue dorado rojizo, avisando que la noche no tardaría en llegar. Sin embargo, Beto todavía tenía una última parada en su gran viaje del día, ansioso por compartir cada descubrimiento con su familia en la casita cucú, en lo alto del árbol más bonito de la selva.