Una fresca mañana, entre el verde brillante de la selva yucateca, Betoh agitó sus coloridas plumas turquesa y verde. Era la primera vez que salía de su nido para explorar más allá del gran árbol de ceiba. Sus papás le habían dicho que afuera encontraría diferentes aves y animales con formas, colores y maneras de hablar distintas. Betoh estaba nervioso, pero curioso.
Al llegar a un cenote, se sorprendió al ver a tantas criaturas distintas reunidas. Había tucanes, colibríes, monos araña, iguanas y hasta unos simpáticos coatíes. Al principio, algunos lo miraron con curiosidad porque nunca habían visto un pájaro Toh tan joven y solitario, pero pronto el tucán mayor llamado Tito le dijo con una gran sonrisa:
—¡Bienvenido, Betoh! Aquí todos somos amigos aunque seamos diferentes. ¡Ven a jugar con nosotros!
Betoh sonrió aliviado y comprendió algo valioso: la amistad es como un arcoíris, más bonita mientras más colores tenga.